Una época, dos fotógrafos, dos mundos

Dos fotógrafos nacidos casi a la vez, uno en el Londres más cosmopolita y otro en un pueblo sureño de los Estados Unidos. Audrey Hepburn a través de sus gafas de sol o un cartel de Coca-cola sobre un cochambroso puesto de carretera. Dos genios de la fotografía se reúnen este otoño en Madrid para ilustrar dos mundos paralelos y opuestos. Terry O´Neill. El rostro de las leyendas en Espacio Fundación Telefónica y William Christenberry en la Fundación Mapfre (Sala Azca).

- Paisajes desolados de Christenberry

No podemos evitar pensar en grandes autopistas desiertas que se pierden en un horizonte que vibra grava reseca por el sol. Es una imagen colectiva de novelistas enraizados en el gótico sureño, una generación beat que no echaba el ancla y todas las películas hollywoodienses que nos han calado la retícula. William Christenberry (Tuscaloosa, Alabama, 1936) es el devenir y la quietud del tiempo y aquellos que la sufren. El fotógrafo -que también practicó la pintura, el dibujo, al escultura y la instalación- vivió, sufrió, investigó, retrató e inmortalizó el sur de los Estados Unidos desde el sur más profundo. Pionero de la fotografía en color, su relato fotográfico hunde las raíces en los escenarios y recuerdos de infancia en su pueblo natal, pero también en sus lecturas, sus ensoñaciones de viajar lejos, las arquitecturas vernáculas y paisajes, la decadencia económica y los problemas raciales. Sus instantáneas son fruto de lo cotidiano y parecen guardar secretos y experiencias inconfesables. Gran parte de su obra -y de esta exposición- radica en los viajes, ya de adulto, de regreso al Hale Country donde creció y definió una estética particular que él mismo llama "the aesthetic of aging" o estética del envejecimiento. Una señal que se oxida en la carretera o la típica casa victoriana de madera carcomida y rodeada por la maleza reseca. Su experiencia personal, sensaciones, memorias y el viaje en sí mismo son el argumento central de esta muestra. Sus fotografías van más allá de lo documental, de retratar iglesias y calles de pueblo o encuentros entre pandillas de razas desiguales. Hablan de la identidad, del pasado, de la decadencia, de la muerte, del viaje, del cambio...
Al visitar la exposición merece prestar atención a las series que retratan un mismo objeto transmutado por el paso de los años, como The Underground Nite Club o Green Warehouse. Christenberry tiene un pofundo interés por la cultura urbana, la publicidad y los objetos de masas que produce; por ejemplo, lo carteles y rótulos escritos a mano que, no sólo fotografió, si no que también recogió y coleccionó. Esos letreros entran en sintonía con el realismo de los años 50 y 60 y la comercialización extensiva de productos tratados por el nuevo marketing. En su relato del sur no podría faltar The Klan Room, una instalación que inició en la década de los 60 y continuó a lo largo de toda su carrera y que reúne más de 300 piezas entre fotografías, dibujos, esculturas y demás objetos en torno a su animadversión por el Ku Klux Klan. Hasta el 24 de noviembre.

- Terry O´Neill y el alma de las estrellas

Actores consagrados mirando al mar en el descanso de un rodaje, jóvenes y desconocidas promesas del pop que ensayan futuros éxitos multimillonarios en un jardín, políticos revolucionarios de cabeza alta o mirada baja y mujeres hermosas, distantes y delicadas que serían musas de la catwalk. Música pop, estrellas de Hollywood, políticos y realeza, deportistas legendarios y mujeres del mundo de la moda posaron en las décadas de los 60, 70 y 80 para el objetivo natural y directo de Terry O´Neill. Se trata de uno de esos fotógrafos que captan la psicológía y el alma tras los ojos de que aquellos que se afanan en posar otra realidad o que son sorprendidos mientras piensan que están en otro lugar. Los inicios de los Beatles y de los Rolling Stone, la debutante y andrógina joven Kate Moss, Mandela y sus sueños y sus arrugas y sus libros, Pelé, en una imagen nunca vista hasta ahora, Sean Connery y Clint Eastwood, hombres jóvenes, atractivos y rudos sonriendo durante un parón en el set, y como excepción, la serie de los años 30 que le dedicó al genio: Frank Sinatra. Comisariada por Cristina Carrillo de Albornoz, esta muestra reúne un total de 66 fotografías en blanco y negro y color en su formato preferido, el 35 mm, mucho más ligero y fácil de usar que los habituales de la época. "Yo iba con mi pequeña cámara de 35 mm que muy pocos conocían y que había comprado en Fleet Street. Esa cámara, que me permitía tomar las fotos de manera más espontánea, discreta y directa, fue como una puerta de bienvenida a la fama” contaba. Nacido en el East End de Londres en 1938 topó con la fotografía casi de casualidad: él quería ser batería en un grupo de jazz en los Estados Unidos, así que consiguió trabajo como empleado del servicio fotográfico de British Airways para poder viajar de Londres a EEUU.
Con 21 años se convirtió en el fotógrafo más joven del epicentro de la prensa londinense, Fleet Street, tras saltar a la fama gracias a una fotogafía de un hombre trajeado dormido en una sala de espera rodeado de hombres negros ataviados con sus trajes trivales que resultó ser el Secretario de Asuntos Exteriores británicos. A partir de entonces, se le abrieron las puertas de la Edad de Oro.  En su visita al edificio de Fuencarral para la inauguración oficial de la exposición, el longevo artista se lamentaba de que el fenómeno paparazzi está "acabando con la fotografía". Al contrario, él siempre obtenía el permiso y el beneplácito -o era directamente invitado- de aquellos que se disponía a retratar, y en ocasiones podía llegar a pasar un día entero con él, ella o ellos para mimetizarse en el ambiente a la espera de la naturalidad y la situación perfecta. Ser lo más invisible posible, tener una gran paciencia y saber combinar una gran discreción con unas grandes dotes de relaciones públicas ha sido el mantra de su carrera. Hasta el 12 de enero.

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