Marte soñado

Según apuntan algunos historiadores, la Humanidad es consciente de la existencia del Planeta Marte desde hace aproximadamente 4500 años, cuando los asirios trataron de registrar su trayectoria. Obviamente, en un primer momento no sabían que se trataba de un planeta hermano de la Tierra, más viejo, más frío, quien sabe si alguna vez habitado. Antes de empezar a soñar con la posibilidad de que nuestro vecino anaranjado estuviese poblado por otra especie inteligente, Marte despertó en nosotros sentimientos encontrados: fascinación y terror, ambos frutos de lo desconocido, que puede ocultar posibilidades maravillosas o terribles. El errático movimiento de este planeta y su fulgor rojizo que se distinguía en el cielo más brillante que el de ninguna otra luz del firmamento, nos hacía pensar en la violencia y el caos. Por ello la cultura grecolatina lo bautizó con el nombre del dios de la guerra.
 
'La Planete Mars et ses conditions d' habitabilite (Camilla Flammarion).
 
El Espacio Fundación Telefónica vuelve a maravillaron con otra de sus exposiciones interactivas que entremezclan ciencia y cultura. Marte. La conquista de un sueño, aunque no está a la altura de muestras previas del centro como la dedicada al mundo del escritor Jules Verne, es una magnífica -y muy divertida- aproximación a la relación que la Humanidad mantiene con el planeta Marte, desde estos primeros años en los que representaba una amenaza en el cielo; pasando por el siglo XIX, cuando el millonario Percival Lowell construyó un enorme telescopio en Arizona y le hizo creer al mundo que había contemplado un planeta lleno de vegetación y criaturas inteligentes; 1971, cuando el primer artefacto construido por el hombre tocó el polvo de su superficie;  y hasta nuestros días, cuando poner el pie en Marte es el próximo sueño de nuestra especie, y visionarios como Elon Musk -al que se ve, emocionado, contemplando el despegue de uno de sus cohetes en un vídeo proyectado en la exposición- parece que van a hacerlo realidad.
 
En los astros, los seres humanos hemos buscado durante siglos la representación de nuestras creencias, las respuestas a nuestras preguntas. Marte, sin embargo, ha representado un interrogante tras otro. ¿Está habitado? Se lo preguntaron todos los astrónomos del mundo, y aunque estaban prácticamente seguros de que no, mantuvieron en silencio una pequeña esperanza, infantil incluso -que alimentase a aquel niño que soñaba con viajar a otros planetas-, hasta que las primeras fotografías evidenciaron que el planeta estaba muerto. Ahora bien, muerto, es cierto, pero, ¿estuvo vivo alguna vez? Se han encontrado restos de agua congelada y los cañones horadados en su superficie parecen evidenciar que hubo agua alguna vez en este planeta. Y si hubo agua, ¿pudo haber vida? La exposición recoge estas y otras tantas incógnitas que han sido enunciadas como titulares por medios de comunicación de todo el mundo, haciendo especial hincapié en nuestro país. Ahora, el reto parece ser discernir el pasado de Marte para poder determinar nuestro futuro conjunto.
 
Vista de la exposición.
 
Mientras los científicos se dedican a buscar la verdad empírica, la cultura hace tiempo que ha descubierto las múltiples verdades de Marte. Porque no hay una, sino muchas. Es un lugar desértico; es el hogar de una civilización avanzadísima; esta quiera destruirnos, o quizá vaya a ser destruida por nosotros. "Hay muchos Martes habitando nuestra imaginación", como dicen en la exposición. A ello ha contribuido enormemente el cine con películas como Aelita: reina de Marte (1924) o Flight to Mars (1951), pioneras del género de la ciencia ficción interplanetaria en el séptimo arte; o filmes más recientes como Mars AttackThe Martian.
 
Pero, sin duda, el Marte mejor soñado está en la literatura. La conquista planetaria fue carne de cañón para escritores de novelas adoradas por las masas como Edgar Rice Burroughs, que dio vida a un superhéroe interplanetario: John Carter. H. G. Wells imaginó en La guerra de los mundos que nuestro vecino estaba habitado, como muchos en su época creían, por marcianos -topónimo erróneo con el que se tiende a denominar a cualquier ser extraterrestre-, y estos, lejos de ser amables, llegaban a la Tierra con la intención de destruirla. La exposición de la Fundación Telefónica recuerda mediante cartelería y distintos recursos audiovisuales la histeria colectiva que invadió las zonas más rurales de Estados Unidos cuando, en 1938, Orson Wells leyó la novela por la radio y muchos creyeron que verdaderamente estábamos siendo invadidos. Marte también ha sido territorio de numerosos autores de la ciencia ficción más canónica y hard, como Arthur C. Clarke, autor de Las arenas de Marte; o Philip K. Dick, autor de Tiempo de Marte.
 
Para mí, nunca habrá un Marte más perfecto y hermoso -y a la vez es el más melancólico de todos- que el de Ray Bradbury y sus Crónicas marcianas. El escritor creció soñando con el planeta rojo. Titilaba en el cielo y también en su imaginación, rodeado de vaqueros, ferias tenebrosas y hombres tatuados. El Marte de Bradbury está felizmente habitado cuando los humanos lo conquistamos para sobrevivir a nuestra propia extinción: Eran morenos y de ojos dorados, tal como versa el título de uno de sus muchísimos cuentos dedicados al planeta -aparte de los recogidos en The Martian Chronicles-, y que se puede encontrar en edición ilustrada en el sello Tropo. Ciudades ajedrezadas y un equilibrado orden social que nos rechaza, puesto que nosotros, ahora, somos los otros, los extraños. Con esta cita del libro que, a mi parecer, contiene algunos de los pasajes más bellos y evocadores de la literatura universal, se cierra la exposición Marte. La conquista de un sueño:
"Extensiones de nuestros ojos en todas direcciones, extensiones de nuestra mente, extensiones de nuestro corazón y nuestra alma han llegado a Marte. Este es el mensaje: estamos en Marte.  ¡Nosotros somos los marcianos!"

 
Una de las primeras ediciones de la obra de Ray Bradbury.
 

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