Fascinados por Japón

Fiesta de la contemplación de las flores de
cerezo
, Toyohara Chikanobu
"Parecía no existir ni la más mínima probabilidad de que un país no revolucionario, como el Japón, cambiara de rumbo para adaptarse a un patrón occidental, y todavía menos de que al cabo de cincuenta años estaría compitiendo con las naciones occidentales en el propio terreno de éstas. Sin embargo, eso fue lo que ocurrió" Ruth Benedict, una antropóloga norteamericana enviada a Japón durante la Segunda Guerra Mundial para desentrañar el extraño carácter de sus enemigos en batalla, describe así en su obra El crisantemo y la espada el fin de una era. Una sociedad, la nipona, que dedica el mismo tiempo, importancia y esmero al adiestramiento de guerreros que a realizar ceremonias de cuidados florales. La guerra y la belleza. Pero, sobre todo, el orden. Es 1868, fin del Periodo Edo o shogunato Tokugawa, siglos de fronteras cerradas a la cultura extranjera y marcadas por un sistema feudal y una gran prosperidad económica. Llega el aperturismo, la Reforma Meiji que llevarán a cabo esos comerciantes que se asociaron con los samuráis sin espada por largos años de paz autoimpuesta metidos a poetas o funcionarios.

De este instante, cuando Monet y Pissarro salen a pintar paisajes bajo el cielo natural, cuando la ornamentación floral y las lineas curvas se extienden por toda Europa y llegan a Barcelona, se ocupa la exposición Japonismo. La fascinación del arte japonés. Con motivo del año dual España-Japón, Caixaforum Madrid acoge hasta el próximo 16 de febrero una muestra de aquel periodo en que, abierto al resto del mundo, los efluvios japoneses tocaron el arte europeo. Y, cómo no, quedaron fascinados. 

Retrato de Enric Cristófol Ricart, Joan Miró, 1917
Ésta no es una exposición de arte japonés, si no de arte europeo fascinado por la estética y el imaginario poético japonés. El japonismo es una tendencia artística que llegó a España en torno a 1900, en plena vorágine modernista, y caló hondo en artistas como Fortuny, Rusiñol, Picasso, Miró, Nonell y muchos otros más que, además de incorporar las escenas y los motivos ornamentales japoneses a sus obras, se hicieron coleccionistas de objetos como los biombos, tapices, joyas, muebles y vajillas que podemos ver en la muestra. Hay pintura, grabado, ilustración, dibujo y algo de cine y literatura. "Esta exposición es fruto de un extenso trabajo de investigación. Reúne gran cantidad de piezas inéditas que será muy difícil que se vuelvan a ver juntas" explica el comisario Ricard Bru sobre las 180 piezas de más de 100 prestadores distintos. El corpus de las obras japonistas existente en España, como la colección Mansana -que llegó a contar con unas 3.200 piezas- era hasta ahora poco conocido y aún menos valorado. 

Igual que el orientalismo fue vital para el Romanticismo y artistas como Delacroix, el japonismo trajo frescura a un arte europeo necesitado de nueva inspiración. El estudio de los grabados japoneses potenció un nuevo uso del color en formas planas, con contornos muy marcados y nuevos encuadres. Se difundieron temas y motivos renovadores así como una nueva forma de representar la naturaleza de una forma más armoniosa y delicada. Fortuny fue uno de los primeros españoles en conocer el japonismo durante sus estancias en París, ciudad donde recaló la mayor influencia. Se dedicaron a  representar escenas japonesas o ambientes burgueses donde abundaban objetos nipones curiosos y poco vistos. Antes de le llegada del Art Nouveau, el japonismo influyó en la renovación de la estética en las artes decorativas e industriales. Años después, continuaría las fascinación de los artistas por aquel país que representaba el exotismo lejano y el origen incierto. Porcelanas, ilustraciones en biombos, decorados para el teatro kabuki... El gusto por la sencillez, la armonía, la bella imperfección y la riqueza de texturas, elementos idiosincrásicos de la estética japonesa, abundan en las salas. No dejen de verla.

Exposición en Caixaforum Barcelona

Imágenes de Prensa La Caixa.

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